miércoles, 23 de diciembre de 2009

Gracias por existir... y no existir



Aún con la inocencia de ser niño, recuerdo que tenía serías dudas de tu existencia, eso fue alrededor de los cinco o seis años. Y es que era sospechoso ver los regalos bajo el árbol, mamá decía que eran las cajas en las que habrías de guardar los regalos, pero estaba prohibido tocarlas, nunca te vi llegar, siempre me venció el sueño, pero los regalos siempre estaban ahí, puntuales, y yo me preguntaba si de verdad me había portado bien todo un año, mamá explicó que habían sido mas mis actos buenos que mis travesuras… yo seguía con mis dudas.

Mientras exististe, espere ansioso la noche buena, mis hermanas y nuestros primos, llegamos a turnarnos para vigilar y verte, de alguna manera nuestra organización fracaso, la piñata, el ponche, el abrazo, los cohetes, arrullar al niño y los mala copa, son buen distractor. Mientras exististe me hiciste preguntarme año con año, si me había portado mal, una inocente reflexión que siempre me arrojaba saldo negativo, yo hacia renegar a mamá en muchas ocasiones, eso no es portarse bien, pero bueno al final de cuentas hacía lo que me pedía, ¿me alcanzaría para la bicicleta? ¿para la pistola con luces y múltiples sonidos? Luego mama explicaba, los regalos los traen en el cumpleaños de Jesús, ¿saben porque? Y nos explicaba porque había regalos para nosotros, en el cumpleaños de otra persona.

Mientras exististe alimentaste mi imaginación, me hiciste reír muchas veces, ¡cuantas sonrisas esboce gracias a ti! Gracias por existir, por hacer volar mi imaginación con paisajes del polo norte, con duendes, con dudas, ¿Por qué eres gordo?

No sé ni como ni cuando, me di cuenta que no existías, ni tampoco los reyes magos, me di cuenta que la causante de la felicidad, de las sonrisas era mamá, por eso siempre recibía regalo, a pesar de no merecerlo según el contrato estipulado, no cumplía con el único requisito, portarse bien.

Gracias por no existir, ahora sé que el responsable de mi felicidad soy yo, y también comparto la responsabilidad de la felicidad de mis seres queridos, seré tu cómplice con los pequeños de casa, los que con un brillo en los ojos me dicen “Awelo verdad que si existe” y yo diré que si y alimentare el brillo de sus ojos.

Gracias por no existir, porque sé que uno es el que decide en que creer, uno decide cuando dejar la inocente duda en busca de la verdad, uno decide si romper un sueño o nutrirlo

…O quizá si existas pero nunca me porte tan bien.